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R E F L E X I Ó N
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¿Cómo viven las vacas?
Tiempo de evaluación en las escuelas y Universidades. Tiempo crucial. Quizás más crucial que el tiempo de aprendizaje. Porque lo importante, lamentablemente, acaba siendo aprobar y no aprender.
Lo que le preguntan las familias a los hijos e hijas cuando llegan con las notas a la casa no es si han aprendido cosas relevantes, si han disfrutado aprendiendo, si han ayudado a otros a aprender, si han sido diligentes y esforzados aprendices, si el conocimiento adquirido les ha hecho mejores personas….
Lo que les preguntan en primer lugar es: “¿Qué sacaste?, ¿Cuál fue tu calificación?
La evaluación que se realiza en la escuela sólo debe calificarse de educativa cuando realmente educa a quien la hace y a quien la recibe. Es educativa no sólo por evaluar procesos y resultados relacionados con la educación sino porque educa a sus protagonistas. Phillippe Perrenoud, prolífico y acreditado investigador ginebrino, acaba de publicar un libro (Editorial. Colihue, 2008) que se titula “La evaluación de los alumnos. De la producción de la excelencia a la regulación de los aprendizajes. Entre dos lógicas”. Dice el autor en la Introducción: “Hablar de evaluación formativa ya no es patrimonio de algunos marcianos. Es posible que estemos pasando -muy lentamente- de la medida obsesiva de la excelencia a una evaluación formativa, al servicio de la regulación de los aprendizajes”.
Comparto esa visión optimista de la realidad. Hay muchos docentes sensibilizados ante la problemática que suscita una evaluación basada en el control, en la comparación, en la clasificación, en la selección y, como dice Bourdieu, en la “indiferencia a las diferencias”. Para que podamos avanzar en la dimensión formativa de la evaluación es necesario incrementar su racionalidad y su justicia. Para ello debemos intensificar el diálogo entre los actores de la evaluación (evaluadores, evaluados y familias), la comprensión del binomio enseñanza/aprendizaje y la mejora del mismo.
Una forma de evaluar empobrecida, consistente en la repetición mecánica de las respuestas lleva a pensar que existe una respuesta única, que esa respuesta es la que exige el evaluador, que es necesario conocerla, memorizarla y repetirla fielmente y que si no se reproduce o si se discute se está abocado al fracaso. Como de la evaluación depende el éxito o el fracaso, todo el proceso de enseñanza y aprendizaje se encamina a conseguir el logro deseado y, para ello, es preciso conocer y seguir las reglas impuestas.
El profesor José Crespo me brindó hace ya muchos años, a las puertas del edificio B de Filosofía de la Universidad Complutense, una significativa anécdota acerca de la problemática de la evaluación. Reproduzco el diálogo entre el padre y su hijo de diez años:
- Papá, me han hecho un examen.
- ¿Qué tal te ha ido, hijo?
- Mal. He reprobado, creo.
- ¿Qué preguntas te hicieron?
- No recuerdo pero eran muchas, ah, y unas cortitas.
- ¿Me puedes decir alguna de esas preguntas?
- Mmm...Una era: ¿Cómo viven las vacas?
- ¿Tú qué contestaste a esa pregunta?
- Yo contesté: ¡Bien!
- ¿Y cómo te calificaron esa pregunta?
- AH, esa estuvo mal.
- Y ¿cuál era la respuesta correcta?
- ¡La que viene en el libro!
- ¿Sabes ya lo que dice el libro?
- Sí, papá, ya lo he visto. El libro dice que las vacas pueden vivir en ganadería extensiva e intensiva. La respuesta correcta era “en ganadería extensiva o intensiva”. Es decir que, ante la pregunta, el niño puede recurrir a su cabeza (pensando) o al libro (repitiendo). Si dice que las vacas viven maravillosamente en comparación a como él vive (mugen, y no les mandan callar, se mueven y no les exigen inmovilidad, viven al aire libre y no encerradas, no van a la escuela, no hacen exámenes, se mezclan con los toros libremente en el campo…) se le califica mal. Si repite lo que dice el libro, sin entenderlo ni él ni el profesor, será bien calificado.
El problema reside en que, a través de la evaluación se pueden potenciar loas tareas menos rìcas intelectualmente. En un aula se realizan tareas de diverso tipo: memorizar, aprender algoritmos, comprender, analizar, opinar, crear… Aunque todas son necesarias, nadie discutirá que esa relación va aumentando de riqueza y complejidad. Sin embargo, es posible que si analizásemos los contenidos de la evaluación, comprobásemos que existe una inversión en la presencia de las tareas. Para que la evaluación sea formativa tiene que encaminarse a la comprensión y al desarrollo, no a la atrofia de la creatividad y del pensamiento. Eso significa también que el alumno tiene que saber por qué lo ha hecho bien o mal.
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P U B L I C I D A D
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Para las maestrías en Educación se realiza un pago mensual, con una duración de dos años (19 Módulos).
1.* Realidad y Prospectiva de la Educación Media y Superior.
Interés de superación personal y profesional.
8.0 de promedio en la Licenciatura.
Desempeñarse en labor docente (o administrativa).
Trabajar en el municipio de Hidalgo del Parral, Chih, o en alguno cercano a éste.

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